Es un padecimiento grave que se gesta en el transcurso de la gestación cuando la placenta se pega de manera profunda a la pared del útero, lo que puede ocasionar una fuerte hemorragia después de dar a luz.
La placenta es el órgano que acompaña al embrión durante los nueve meses que dura un embarazo. Es la responsable de brindarle oxígeno y nutrientes, además de eliminar los desechos que produce el feto y sostener el cordón umbilical. De tal forma que, cuando el bebé nace, la placenta suele desprenderse por sí misma del útero, pero no siempre sucede así.
La placenta adherida o accreta, como también se le conoce, es más común en mujeres mayores de 35 años, y puede presentarse como resultado de:
- Anomalías en el revestimiento del útero (síndrome de Asherman).
- Cesáreas anteriores.
- Cirugías uterinas.
- Contracción del útero.
- Escasa cantidad de prostaglandinas.
- Embarazos previos.
- Infartos placentarios previos al nacimiento.
- Miomas en el endometrio.
- Placenta previa.
Por lo regular, la placenta adherida no presenta síntomas, sino que suele detectarse en un examen de rutina por medio de una ecografía. Sin embargo, en ocasiones puede presentarse sangrado durante el tercer mes de embarazo.
Riesgos y complicaciones de una placenta adherida:
Una placenta adherida puede ocasionar complicaciones tanto a la madre como al bebé, entre ellas:
- Hemorragia vaginal abundante después del parto, que puede desencadenar:
- Coagulopatía intravascular diseminada.
- Insuficiencia pulmonar.
- Insuficiencia renal.
- Daños o pérdida del útero.
- Infecciones.
- Parto prematuro.