El diagnóstico de la taquicardia comienza mediante una evaluación clínica detallada, en la que el médico recopila información sobre los síntomas, su frecuencia, duración y cualquier factor desencadenante que se conozca.
Adicionalmente, se debe realizar un examen físico en el cual se mide la frecuencia cardíaca y la presión arterial, así como buscar signos que pudieran indicar una posible causa subyacente como los soplos cardíacos, palidez o sudoración excesiva.
Es necesario indagar sobre los antecedentes médicos tanto del paciente como de su familia, ya que algunas formas de taquicardia pueden relacionarse con predisposición genética o enfermedades preexistentes como la hipertensión, trastornos tiroideos o insuficiencia cardíaca.
Para confirmar el diagnóstico y determinar el tipo específico de taquicardia, se utilizan estudios complementarios como el electrocardiograma o ECG, que permite analizar la actividad eléctrica del corazón en reposo.
Un estudio Holter de 24 a 48 horas puede requerirse en aquellos casos donde los episodios son intermitentes; este equipo registra la actividad cardíaca durante periodos de tiempo prolongados.
Las pruebas de esfuerzo, el ecocardiograma o el estudio electrofisiológico pueden ser necesarios para identificar anomalías estructurales o alteraciones en la conducción eléctrica del corazón, proporcionando información que será clave para brindar el tratamiento adecuado.