Cuando la circulación sanguínea hacia las extremidades inferiores, especialmente, aunque también puede ser hacia los brazos, se ve comprometida, el cuerpo suele manifestarse a través de diversas señales que pueden aparecer de manera progresiva o súbita.
Estas manifestaciones son la manera en que el organismo alerta sobre una posible obstrucción o estrechamiento en las arterias que nutren los músculos y tejidos de las extremidades.
Reconocer estas señales a tiempo es fundamental para evitar complicaciones mayores, ya que muchas veces se confunden con molestias comunes o se subestiman en sus etapas iniciales.
Dentro de los síntomas más frecuentes de la enfermedad arterial periférica se incluyen:
- Cambios en la tonalidad de las extremidades.
- Impotencia sexual en hombres.
- Brazos y piernas débiles.
- Mala cicatrización.
- Frío en manos y pies.
- Engrosamiento y opacidad en las uñas de los pies.
- Piel frágil y caída o lento crecimiento de vello corporal.
El desarrollo de la enfermedad arterial periférica no ocurre al azar, sino que suele estar vinculado a una serie de factores que afectan la salud vascular a lo largo del tiempo.
Estos factores influyen de manera directa en el deterioro de las arterias, favoreciendo la acumulación de placas que dificultan el flujo sanguíneo hacia las extremidades.
Entre las principales causas para desarrollar esta condición están:
- Trastornos como la hipertensión arterial y la diabetes.
- Enfermedades como Raynaud, insuficiencia venosa crónica y la trombosis venosa profunda.
- Llevar una vida sedentaria.
- Una dieta alta en grasas y colesterol elevado.
- Sobrepeso y obesidad.
- Tener una edad avanzada.
- Fumar y beber en exceso.