Este padecimiento puede afectar cualquier arteria del cuerpo, el cual se manifiesta con la aparición de una especie de ampolla con forma de globo en una arteria a raíz de un debilitamiento de las paredes arteriales que son impulsadas hacía afuera por efecto de la presión sanguínea.
Dependiendo del nivel de dilatación, un aneurisma puede llegar a reventar y provocar una hemorragia potencialmente mortal.
Suelen presentarse en el cerebro, causando un ictus que puede ocasionar la muerte; y en la aorta, ya sea a nivel torácico o abdominal, con riesgo de fatales consecuencias cardiovasculares.
En el caso de los aneurismas cerebrales, por lo general aparecen entre el cerebro y el tejido que lo recubre, donde al reventarse provoca una hemorragia subaracnoidea, dando lugar a un ictus hemorrágico, el cual es una emergencia médica que necesita atención inmediata.
Muchas veces los aneurismas cerebrales no revientan y no presentan sintomatología ni complicación alguna, por lo que suelen detectarse por accidente cuando se realizan estudios por otros motivos. Una vez detectados, el tratamiento se enfoca a evitar una posible ruptura más adelante.
Todavía no se determinan las causas directas de su aparición, pero se sabe que afectan más a las mujeres adultas y que existen una serie de riesgos potenciales que se han identificado como posibles detonadores:
- Lesiones en la cabeza.
- Infecciones.
- Alcoholismo.
- Tabaquismo.
- Drogadicción.
- Hipertensión arterial.
En el caso de los factores de nacimiento, estos se asocian con la presencia de diversos padecimientos como:
- Malformaciones arteriales.
- Tener familiares que hayan sufrido un aneurisma.
- Estrechamiento aórtico.
- Síndrome de Ehlers-Danlos.
- Enfermedad renal poliquística.