La fractura de dedo se suele manifestar con dolor intenso del dedo afectado, hinchazón, deformidad visible y dificultad o imposibilidad para mover el dedo. También se puede presentar hematoma o moretón, así como sensibilidad al tacto.
En ocasiones, es posible que el dedo adopte una posición anormal o que esté visiblemente fuera del lugar, debido al desplazamiento óseo.
Si hay afectación nerviosa o daño a los tejidos circundantes también el paciente puede experimentar rigidez y entumecimiento.
Entre las complicaciones que se generan tras una fractura de dedo puede haber una mala consolidación ósea conocida como pseudoartrosis, deformidades permanentes, rigidez articular y pérdida de la movilidad.
En raras ocasiones, si es un caso grave, también puede haber lesiones en nervios, vasos sanguíneos o tendones, lo que agrava la función del dedo y puede provocar dolor crónico o problemas sensoriales.
Cómo se diagnostica una fractura de dedo
De manera inicial, la fractura del dedo se diagnostica mediante evaluación clínica basada en los síntomas y el examen físico, en donde el médico inspecciona la deformidad, movilidad y busca puntos específicos de dolor.
Adicionalmente se realizan pruebas de sensibilidad y circulación para descartar daño en nervios o vasos sanguíneos; y se evalúa la funcionalidad del dedo junto con la presencia de heridas abiertas que pudieran complicar la fractura.
Para confirmar la fractura de dedo, se utiliza generalmente la radiografía de la mano o pie afectado, la cual permite visualizar el tipo de fractura, la ubicación exacta y si hay desplazamiento de los fragmentos óseos.
De sospecharse daños asociados en tejidos blandos o fracturas pequeñas no visibles en radiografía, se puede emplear tomografía o resonancia magnética para un diagnóstico más preciso.