Por lo regular, resulta obvio diagnosticar el tórax excavado, ya que con un examen físico puede notarse. Sin embargo, serán necesarios diversos estudios para identificar las posibles afectaciones cardiacas y pulmonares.
Entre las pruebas más comunes se encuentran:
- Radiografías de tórax.
- Resonancia magnética.
- Tomografía computarizada.
- Electrocardiograma.
- Ecografía cardiaca.
- Prueba de esfuerzo.
- Prueba de función pulmonar.
El tratamiento a seguir depende del grado de la malformación, por lo que si se trata de un caso leve, suele recomendarse fisioterapia; pero en casos graves, la opción es una reparación quirúrgica.
Asimismo, aunque la malformación sea ligera, pero el paciente desea mejorar su aspecto, es posible que el cirujano coloque un implante de silicona para rellenar el hueco.
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