Se trata de un padecimiento mental de índole que se caracteriza por eventos recurrentes y temporales de ira, violencia y agresión, que se manifiestan como reacciones desproporcionadas ante situaciones diversas de la vida cotidiana.
Este comportamiento desmesurado del trastorno explosivo intermitente incluye agresiones verbales y físicas, romper, aventar o golpear objetos, y hacer berrinches.
Dichos episodios de explosividad tienen una gran repercusión emocional en quien los padece, ya que generan angustia y estrés, además de que ocasionan conflictos severos en los ámbitos laborales, familiares y sociales, pudiendo acarrear consecuencias económicas y judiciales.
Al ser una afección crónica, el paciente tiene que aprender a vivir con ella, por lo que requiere un diagnóstico y tratamiento oportunos que le ayuden a controlar su agresividad compulsiva a través de fármacos y terapia psicológica.
La aparición del trastorno explosivo intermitente es más común entre los 20 y 40, aunque puede iniciar su gestación durante la niñez.
Si bien se desconoce su origen, se han podido identificar diversos riesgos potenciales para desarrollarlo, entre ellos:
- Haber vivido en un ambiente donde la agresión física y verbal eran constantes.
- Herencia genética.
- Haber sido víctima de abuso sexual o físico.
- Padecer algún trastorno de personalidad.