En ocasiones, el desgarro puede confundirse con la contractura, por lo que es importante tener un diagnóstico adecuado.
Para llegar al diagnóstico del desgarro muscular, se comienza con una evaluación clínica detallada por parte del médico, quien indaga sobre el mecanismo de la lesión, la intensidad del dolor y la limitación funcional que provoca.
En la exploración física se busca identificar signos como inflamación, hematomas, debilidad o sensibilidad localizada en la zona afectada; también se puede solicitar realizar pruebas específicas de resistencia o movilidad para determinar el tipo de desgarro, el grado del daño y diferenciarlo de otras lesiones musculoesqueléticas.
Adicionalmente, se puede requerir de estudios de imagen para evaluar la extensión de la lesión. La ecografía muscular permite detectar desgarros pequeños y evaluar la presencia de líquido o hematomas en el tejido afectado. Mientras que la resonancia magnética es empleada en casos más severos o que requieren una mayor presión al permitir visualizar el compromiso de las estructuras circundantes.