Consiste en la dislocación parcial o total de la articulación de la cadera, en la mayoría de los casos se trata de un padecimiento congénito, es decir, de nacimiento. Por esta razón, los pediatras suelen revisar desde el inicio al bebé con el objetivo de identificar señales de displasia de cadera, ya que un diagnóstico temprano facilita enormemente el tratamiento y la recuperación.
Cuando se diagnostica oportunamente, la terapia con un artefacto de inmovilización es suficiente, pero cuando no se identifica en la infancia, en casos leves puede llegar a manifestarse en la adolescencia o en la juventud, provocando daños serios a la articulación, requiriendo de cirugías para reacomodar huesos y articulaciones.
Causas:
En los bebés la articulación de la cadera es un cartílago blando en un inicio hasta que va fortaleciéndose y se transforma en tejido óseo con el paso del tiempo. Sin embargo, cuando existe espacio reducido en el útero materno, la articulación no embona adecuadamente y por ende, su morfología es anormal, provocando la displasia de cadera.
Riesgos potenciales:
Al tratarse de una afección hereditaria que prevalece en el sexo femenino, su incidencia es mayor cuando los bebés se encuentran en posiciones de pies y nalgas con las rodillas extendidas de manera uniforme.