Se trata de un anomalía conectiva entre una arteria y una vena, la cual impide el flujo sanguíneo de la arteria a los capilares que deberían nutrir con sangre oxigenada a los diversos tejidos del cuerpo antes de realizar su paso por las venas.
Por ello, ante la existencia de una fístula arteriovenosa, el flujo sanguíneo arterial transita directamente hacia la vena sin llegar a los capilares, provocando una falta de irrigación en ciertos tejidos.
Una fístula arteriovenosa suele manifestarse por diversas causas, entre ellas:
- Rupturas cutáneas por lesiones punzantes que afectan venas contiguas a arterias.
- Anomalías congénitas.
- Padecer telangiectasia hemorrágica hereditaria.
Entre los riesgos potenciales de desarrollar la enfermedad, se encuentran:
- Hipertensión arterial.
- Sobrepeso y obesidad.
- Encontrarse en la tercera edad.
- Pertenecer al sexo femenino.
- Haberse sometido a cateterismos cardiacos.
- Ingesta de anticoagulantes.
- Consumo de antifibrinolíticos.
Si bien, las fístulas arteriovenosas se presentan con mayor frecuencia en las extremidades inferiores, son susceptibles de aparecer en cualquier área corporal, habiendo también fístulas construidas quirúrgicamente para ayudar al proceso de diálisis en pacientes con insuficiencia renal.
En los casos serios, es importante que se diagnostique y se trate oportunamente porque puede generar complicaciones de gravedad como:
- Trombosis venosa profunda.
- Insuficiencia cardiaca.
- Dolor permanente.
- Hemorragias.