Una vez que el médico analiza tus síntomas y tu historial clínico, se requiere una serie de pruebas necesarias para confirmar el diagnóstico.
Dentro de los estudios de laboratorio, se requieren exámenes de orina y de sangre como la biometría hemática, la velocidad de sedimentación globular, función hepática y renal, prueba de anticuerpos y un examen general de orina.
Asimismo, en los casos en los que existan indicadores de que la enfermedad ha causado daño cardiaco o pulmonar, serán necesarios estudios de imagen como radiografías y ecocardiogramas.
De considerarlo imprescindible para conocer el grado de afectación de un órgano, tu médico te indicará el procedimiento para obtener una biopsia de tejido del órgano en cuestión.
Si bien el tratamiento a seguir obedece al caso específico y la sintomatología, los medicamentos que se utilizan con mayor frecuencia en gran parte de los casos son:
- Inmunosupresores: su función es disminuir la capacidad del sistema inmunológico para detener las crisis más serias de lupus, teniendo como posibles secuelas la insuficiencia hepática, riesgo de desarrollar cáncer, infertilidad e infecciones recurrentes.
- Corticosteroides: eficientes para disminuir la inflamación, pero con efectos secundarios, como el posible desarrollo de hipertensión arterial, osteoporosis, diabetes, sobrepeso e infecciones recurrentes.
- Antiinflamatorios no esteroideos: alivian dolor, hinchazón y fungen como antipiréticos, aunque su uso prolongado puede acarrear afectaciones renales, gastrointestinales y cardiacas.
- Antipalúdicos: debilitan el sistema inmunológico, lo que ayuda a evitar crisis de lupus, pero contribuyen al desarrollo de infecciones, problemas gastrointestinales y oculares.
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