Los miomas y quistes ováricos son dos afecciones comunes, por lo que la mayoría de las mujeres suele padecer alguna de ellas en alguna etapa vital. Sin embargo, a veces se cree que son similares, pero la realidad es que son muy diferentes.
Conocidos también como fibromas o leiomiomas, los miomas son protuberancias nodulares que surgen a raíz de una acumulación celular en el miometrio, que es la pared del útero.
Se consideran tumoraciones benignas con alta incidencia (cerca del 50%) en mujeres mayores de 40 años de edad con factores de riesgo como el sobrepeso y la obesidad, el consumo de alcohol y los antecedentes familiares.
Los miomas se clasifican de acuerdo con su ubicación:
- Miomas intramurales: ubicados en el interior de la pared del útero.
- Miomas submucosos: cuando protruyen hacia la parte interna del útero.
- Miomas subserosos: se desarrollan con dirección al exterior del útero. Son los que provocan sangrados abundantes.
Según el tipo de mioma, la sintomatología y el tratamiento varían, pero no suelen ser de gravedad ni presentar sintomatología intensa.
Por su parte, el quiste de ovario es una estructura en forma de bolsa que contiene líquido, y por lo general, no genera síntomas y no necesita ningún tratamiento.
Existen diversos tipos de quistes, siendo los más comunes:
- Quiste folicular: los folículos son pequeños sacos donde se almacenan los óvulos, pero cuando estos se desarrollan y no liberan óvulos, se convierten en quistes que no representan ningún riesgo ni requieren tratamiento.
- Quiste del cuerpo lúteo: al romperse el folículo y liberarse el óvulo, a la estructura folicular rota se le llama cuerpo lúteo, los cuales pueden ocasionar sangrado.
- Quiste dermoide: son tumoraciones benignas que no se relacionan con la menstruación como los dos tipos anteriores.