Es importante conocer más sobre el Ictus hemorrágico, sus secuelas y su tratamiento, debido a que es una emergencia médica, donde cada minuto cuenta para no solo salvar la vida de una persona, sino también para que esta mantenga una buena calidad de vida.
El Ictus hemorrágico es menos frecuente que el Ictus isquémico y ocurre cuando se rompe un vaso sanguíneo que alimenta al cerebro, lo que provoca que haya sangrado dentro del mismo órgano. Esto puede originarse por diferentes causas que afectan a los vasos sanguíneos de una persona, como:
- Hipertensión no controlada.
- Tratamiento excesivo de anticoagulantes.
- Aneurismas, que son bultos que se presentan en zonas débiles de las paredes de los vasos sanguíneos.
- Accidentes o traumatismos.
- Depósitos de proteína en las paredes de los vasos sanguíneos, esto genera debilitamiento.
- Un ictus isquémico puede desencadenar un ictus hemorrágico.
- Malformación arteriovenosa.
Tipos de Ictus hemorrágicos
En función a su ubicación, existen dos tipos de Ictus hemorrágicos:
- Hemorragia intracerebral, donde la sangre se puede contener en el interior de las paredes ventriculares o dentro del parénquima cerebral.
- Hemorragia subaracnoidea, es el principal tipo de ictus hemorrágico y es por la rotura de un aneurisma.
Tratamiento para el Ictus hemorrágico
El tratamiento para el Ictus hemorrágico requiere conocer el área donde se ha depositado la sangre. Si el sangrado se ubica cerca de la superficie del cerebro, se puede realizar una intervención tanto para tratar la lesión como para evacuar el sangrado.
En otros casos puede ser necesaria una angiografía, que es una técnica de radiografía que permite medir el flujo y la presión sanguínea de las arterias.
El objetivo en este tratamiento es frenar el sangrado, motivo por el cual es necesario realizar una monitorización periódica, que también permitirá conocer el déficit neurológico que se ha generado; a la par se controlará la presión arterial, los niveles de azúcar en la sangre o la fiebre.
Secuelas de Ictus hemorrágicos
Las secuelas del Ictus hemorrágico, así como del Ictus isquémico, variarán en función a la zona donde se haya localizado la lesión, la extensión del daño y el tiempo que se tardó en recibir la atención.
Dentro de las secuelas más frecuentes se encuentran:
- Alteraciones en el control motor que puede ser parcial o total, disminución de la fuerza, problemas de equilibrio o coordinación.
- Alteraciones sensoriales que afectan a la visión o sensibilidad.
- Alteraciones de la deglución.
- Alteraciones de la comunicación que dificultan el comunicarse, articular sonidos, reconocer palabras o nombres.
- Alteraciones conductuales que modifican la forma de ser de la persona, es decir, se vuelven más impulsivas, agresivas o ausentes.
- Alteraciones emocionales que afectarán la ansiedad, depresión, irritabilidad, frustración o apatía, por citar algunos ejemplos.
Como se ha mencionado, en estas alteraciones su nivel de intensidad e incluso, su permanencia, dependerá de la pronta o tardía búsqueda de atención médica especializada.
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Fuentes:
Mayo Clinic, MedlinePlus, MSD Manuals